El uso de frío es recomendable cuando hay una lesión traumática aguda. Este tipo de lesiones cursan con dolor, edema o, incluso, un hematoma. Y pasados unos diez minutos, se produce una vasoconstricción que ayudará a la coagulación de la zona. Posteriormente, durante los siguientes tres o cuatro días, permanece un enrojecimiento, una temperatura local más alta, tumefacción, dolor o incluso pérdida de función.
Cuando se aplica frío se producen efectos fisiológicos sobre el organismo que facilitan el proceso de recuperación tras una lesión: disminución del metabolismo tisular local, disminución del edema y la inflamación, disminución del espasmo muscular, disminución del dolor, vasoconstricción…
Ponerse hielo es la forma más clásica de crioterapia, pero lo realmente efectivo es aplicar frío. De hecho, debemos protegernos de la aplicación directa de hielo porque puede llegar a quemar la piel.
Existen muchos medios de aplicación para la crioterapia: bolsas de hielo convencionales, cold packs, bolsas de hielo químicas desechables, toallas o paños húmedos refrigerados, baños fríos, sprays de vapor frío, geles fríos.